Por Denise Quinteros
“Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa. A pesar de haber conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se extraviaron en sus inútiles razonamientos, y se les oscureció su insensato corazón. Aunque afirmaban ser sabios, se volvieron necios y cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes que eran réplicas del hombre mortal, de las aves, de los cuadrúpedos y de los reptiles.” Romanos 1:20-23
En este tiempo Dios me ha puesto en muchas situaciones en las cuales tenía que responder a dudas que mucha gente a mi alrededor tenía acerca de lo que Dios hizo por la humanidad (o qué es lo que hace por ella, en realidad, si es que está haciendo algo) y acerca de Dios mismo y su existencia. Muchas dudas surgieron en mí, es decir, más que dudas, inquietud por explorar lo que aún no había explorado acerca de mi Creador, y su manera de relacionarse con su creación, lo cual muchas veces pensamos que no encaja con la idea que nosotros tenemos de cómo es Dios. Y después de mucha lectura, y de oración, pude descubrir que el problema en realidad está en la creación, y no en el Creador. Que es el hombre el que ha cambiado voluntariamente su adoración a Dios y una verdadera relación con Él, por mera religiosidad. ¿Alguna vez te pusiste a pensar en todo esto?
Hoy en día hay tantas religiones en el mundo como personas en él. Y no es que cada uno se conforma con adorar a un solo dios o entregar su vida por sus ideales, como es el caso del ateo, sino que constantemente tropieza y busca otra cosa, algo que pueda llenarlo finalmente, porque aunque pruebe miles de cosas, nunca deja de sentirse vacío y de sentir que su vida no tiene sentido. ¿Te has sentido alguna vez así?
Me entusiasmé mucho al leer el pasaje de Romanos 1 y llegar a entender la razón de por qué el hombre está como está hoy en día. Fue gracioso al mismo tiempo descubrir que la llamada “evolución” de la raza humana no aplica a la realidad en absoluto. Como William McDonald hace referencia en su comentario acerca de este pasaje, “En lugar de evolucionar procedente de formas inferiores, el 'hombre primitivo' era de un elevado orden moral. Al rehusar adorar al Dios incorruptible, verdadero e infinito, degeneró a la estupidez y depravación que acompañan a la adoración idolátrica… El hombre es instintivamente religioso. Ha de tener algún objeto de adoración. Cuando rehusó adorar al Dios viviente, se hizo otros dioses de madera y piedra, representando al hombre, aves, cuadrúpedos y reptiles”. Teniendo en cuenta esto, él menciona el hecho de que un adorador se considera inferior al objeto que adora, entonces, el hombre asumiría sorprendentemente un puesto inferior al de las serpientes, siendo que originalmente fue creado a imagen y semejanza de Dios. ¿Cómo pudimos cambiar esto por aquello? Una completa locura. Y degradación a la vez.
Y como en aquel conocido suceso de la última cena que Jesús tuvo con sus discípulos, en la cual Él les lavó sus pies, Pedro, como un primer impulso, no quiso dejar que Jesús realizara lo que se proponía. Sin embargo el Maestro le declaró que si no dejaba que le lavara los pies, no tendría parte con Dios en el reino. Y esta es la imagen que podemos ver día a día en nuestro mundo. Nadie quiere reconocer que necesita ser limpiado por Jesús de su maldad. Ninguno está dispuesto a humillarse a sí mismo lo suficiente como para dejar a Jesús tomar el control. Pero como declara Juan, “Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad” (1 Juan 1:8). Y después nos anima: “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad” (1 Juan 1:9). Y aquí la palabra hebrea que Juan usa para “confesar” no significa un mero reconocimiento de estar haciendo algo mal. Significa ver mi pecado de la misma manera en que Jesús lo ve. Como diría Anne Graham Lotz en su libro “My Heart’s Cry” (“El clamor de mi corazón”), en estos días nos hemos vuelto profesionalmente ingeniosos al cambiar los rótulos que le ponemos a nuestros pecados para que “no suenen tan fuertes”. Llamamos “exageración” a lo que es una mentira. Llamamos “preocupación” a lo que en realidad es falta de fe. Llamamos “ponerse al día” a lo que es robar la reputación de otra persona. Defendemos “el derecho a decidir”, cuando en realidad se trata de asesinato de pequeños bebés. Llamamos “sexo seguro” a la fornicación. Llamamos “gays” a los homosexuales. Llamamos “ambición” a lo que en realidad es avaricia. Llamamos “entretenimiento para adultos” a lo que es lascivia. Decimos que es “libertad de expresión” cuando en realidad se trata de grosería, obscenidad, blasfemia y pornografía. No cambies los rótulos, porque de lo contrario no serás limpio. Llama al pecado por lo que es y agradece a Dios por la sangre de Cristo que tiene el poder para remover cualquier inmundicia.
Sí. Sólo Jesucristo puede limpiarte. Aunque en el mundo haya tantas religiones como numero de habitantes… Aunque se levanten muchas personas y digan que Dios se les ha revelado y que hay que seguirlos sólo a ellos… Aunque te impongan una serie de rituales y una lista interminable de difíciles leyes que hay que cumplir para alcanzar el cielo… Cristo es el único que no demandó ningún sacrificio de nosotros, sino que Él mismo se ofreció como el Sacrificio Perfecto por nosotros. Él sabía muy bien que no seríamos capaces de llegar a la perfección y la pureza por nosotros mismos, por eso decidió entregarnos la salvación como un regalo: sólo nos queda recibirlo.
En la introducción del libro de Fritz Ridenour, “So What’s the Difference?” (“Entonces, ¿cuál es la diferencia?”), el autor cita el pasaje “Entonces el Señor dijo: —Mira, voy a tirar la plomada en medio de mi pueblo Israel” (Amós 7:8) para hablarnos de una verdad muy cierta. Una plomada es la herramienta que usan los albañiles para asegurarse que la pared que están levantando esté derecha. Amós se refiere a esta herramienta para explicar que Dios mediría al hombre y su devoción por Él de acuerdo a Sus estándares –de acuerdo a Su Palabra, la Biblia- y no de acuerdo a los estándares del hombre. Y “Su Palabra” dice claramente que Cristo “fue la Palabra… y la Palabra era Dios” (Juan 1:1). Juan 1:14 dice que “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”. De acuerdo con el Dr. Vernon Grounds cuando escribe en “Christianity Today” (“El cristianismo de hoy”), Cristo sabía… creía… estudiaba… expandía… veneraba… respetaba… obedecía… y cumplía las Escrituras. ¿Estás haciendo vos lo mismo? Sólo así, seremos aprobados por Dios, y el día en que Él nos juzgue llegará, quieras creerlo o no.